Mar + Mantra

Humberto Valdivieso


I
Ouarzazate

Nunca estuve en Agadir a tiempo. Una y otra vez fue imposible controlar la azarosa vía que me dejaba en Ouarzazate. Ese no era mi destino; pero llegué ahí buscando la piel digital de tus palabras, los fotogramas en tránsito entre nuestros calurosos segundos (metáforas vacías de algo que no ocurrió. Pueden tacharse sin piedad). No presentí muchas cosas que viviría después. Los días que pasé ahí fueron honestos: jamás quise nada editado, todo lo dicho fue guardado en la memoria con la misma inocencia de nuestra irresponsabilidad.

II
Agadir

Las palabras siempre aparecieron alrededor. Una vez lejos de ellas hubiese estado seguro. Recordarlas tuvo sentido años después; cuando me golpearon el rostro mientras veía el mar desde la terraza azul de Ksar Massa. Todo era redundante como mis llegadas repentinas. Cada día hubo luz blanca sobre arena blanca y un turquesa intenso en el horizonte. La brisa dejaba marcas de sal, nada originales, en mis labios de las 4 de la tarde. No existían límites en aquella playa atrapada en tantos videotapes, que en realidad eran uno.

III
Mantra

Justo a las 11:57 de la mañana llegué cerca de las olas pacientes. Las bocanadas de salitre iban y venían entre el agua y el desierto. Estaba de pie en ese lugar para grabar el mismo mantra que nos tatuamos la primera ocasión:


deja el mar donde corresponde
deja el mar donde corresponde
deja el mar donde corresponde
deja el mar donde corresponde
deja el mar donde corresponde
deja el mar donde corresponde
deja el mar donde corresponde

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