El Gran Moisés en Playa el Agua

Carlos Zerpa


Llegan los recuerdos de donde Moisés a mediados de los años 80s.

En este kiosko margariteño se comía maravillosamente bien, casi a la par de los mejores restaurantes de Caracas… Pero con un toque lugareño… Los manteles hechos con hojas de plátano (esas mismas que se usan para envolver las hallacas) y los platos con grandes hojas de uvas de playa. Directamente sobre dichas hojas era servido el pargo frito con tostones o los langostinos jumbo al thermidor, tentáculos de pulpo en rebanadas como seviche, langostas enormes y ostras por docenas hasta que te cansabas de comerlas y, aunque crean que exagero, de vez en vez te conseguías con una perla… ¡¡¡Hummm!!! Aunque ahora, al pensarlo bien, creo que era el mismo Moisés que las ponía para hacernos felices.

Aquella vez, llegamos y comenzamos a tomar etiqueta negra con agua de coco sacada directamente de los cocos del lugar, ya que estábamos a orillas de la playa y que nos servían unos jóvenes mesoneros con sombreros hechos de palma.

La hija de un comentarista de base ball de la TV se quitaba el agua de mar utilizando botellitas de agua mineral con gas.

Un hombre estaba acostado dormido bajo una mata de “uvas de playa” con todo el pelo cubierto cual turbante por algas sacadas hacia pocos minutos del mar.

Comenzaban a verse los tangas y los hilos dentales y no nos dejaban de causar asombro las bellas mujeres con las nalgas afuera.

Nos bañamos en ese mar tropical, el sol inclemente tostaba nuestra piel, nos reímos, comimos rico, hicimos planes para mejorar los museos, cantamos a coro el “himno al árbol” y sin darnos cuenta llegó la tarde y con ella comenzó la noche.

Ya hacia el final, nos tomábamos una sopita de mariscos con un toque de jerez, cuando escuché que a Moisés lo llamaba su esposa como “Juan” en perfecto margariteño… “Juan hijo er diablo prende la planta que se está haciendo de noche y necesitamos luz”. ¿Juan o Moisés? El motor de la planta rugió, los bombillos iluminaron todo el lugar y yo, picado por la curiosidad y con varios palos en la cabeza, le dije a nuestro anfitrión: “¿Si te llamas Juan porque todos aquí te llaman Moisés?” A lo que él me llamo aparte y me mostró como podía dividir la sopa en dos, como el gran Moisés de Egipto según el relato Bíblico.

El Moisés margariteño con un gesto creaba un camino en el plato de sopa, poniendo de lado y lado en completa simetría las aguas, separando las aguas… perdón… El caldo, el hervido de pescado.



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