La Calita

Linterna Roja



De los muchos veranos que paso en Cádiz, no me han dejado ir a La Calita ni una sola vez hasta cumplir los 16. Por fin los tengo y estoy ansiosa.

Aquel lugar es, a los ojos de mis padres, tíos o cualquier adulto a cargo, un antro absoluto de perdición: un chiringuito canela de bambú y paja a la orilla de la bahía que, en agosto, abre tarde y cierra temprano. Allí se dan cita lo mejor y lo peor de cada casa para saludar al sol con una cerveza en la mano. Pero como todo el mundo va y la niña llora y suplica, al final terminaron por consentirme.

Esta noche voy a la Calita…

Lucía tiene un nuevo novio. Es alto, rubio, hace surf y se llamaba Manuel. Escucha a los Smashing Pumpkins y nos lleva en su coche azul hasta el garito (10 dentro y yo -por ser la más chica- sobre las rodillas de cualquiera).

Al llegar todo es fiesta. Nos sentamos en la arena y compartimos litros a morro entre el jaleo de pijos y macarras a nuestro alrededor. Aquel sitio es tan bonito que apetece tocar, besar y celebrarlo.

—Toma un poco, que está fresquita —me dice Manuel, y me pasa la litrona.

Yo bebo en silencio, apoyando el labio superior en el agujerito y tumbando la botella con el culo hacia arriba. Él continúa.

—¿Es la primera vez que vienes, no?
—Sí, es mi primera vez.
—¿Conoces los pinares? —y señala al final de la playa un bosque de pinos donde casi no hay luz.
—No —le digo yo.

Entonces coge su sudadera, me la pone por los hombros y me tiende la mano para que le acompañe. Yo le pregunto que dónde está Lucía, que si la avisamos para que venga pero él hace un gesto de no con la cabeza y tira fuerte de mí.

Le sigo y entramo. El pinar está tan oscuro que no le veo venir y cuando quiero darme cuenta me tiene empotrada contra el tronco y me baja las bragas.

Se para.

Siento aire y lengua.

Siento que come lento.

Siento mucho placer.

—Se hace de día, niña, ¿nos vamos?

Y nos vamos. Me viste, me besa con mimo y me lleva a casa a mi sola (en su coche azul) porque cuando salimos de allí no quedan ni las ratas.

La Calita se está recogiendo para irse a la cama. La arena se ve blanca, el sol amarillo y yo, de domingo, mala y feliz.


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